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  • Última actualización
    26 abril 2024 05:20

Los puertos del Mediterráneo español mantienen buenos niveles de movimiento de mercancías, con ciertas mínimas subidas. Todo pareciera que está bien. Pero no. No me queda otra que volver a recordar mi vieja obsesión: estamos perdiendo tiempo y dinero, cada día, mientras el desarrollo sostenible de la logística española no se sitúe en los niveles que puede alcanzar y, por tanto, insisto, debe alcanzar.

Las luchas intestinas entre navieras y/o terminales son perfectamente entendibles en función de su condición de empresas privadas, con todo lo que ello supone. No debemos perder de vista ese parámetro, el de la inquina o la pasión, las filias o las fobias entre culturas o, incluso, entre directivos, a la hora de decidir dónde mueven sus contenedores. Debemos tener muy en cuenta que a veces no es solo negocio lo que hay en las decisiones de los más grandes. También está lo personal o el negocio a largo plazo, donde los contenedores son meros peones de una partida de ajedrez mucho más amplia y compleja.

Como si fuéramos camaleones, uno de nuestros ojos analíticos debe estar siempre enfocado a las luchas intestinas entre navieras, terminales, alianzas y rupturas. Es un tema digno de tener en cuenta, pero en el que poco podemos hacer. El otro ojo debe estar fijo, inamovible, sobre los condicionantes políticos que todo lo lastran y, por tanto, todo lo dificultan. La incertidumbre, todas las incertidumbres, como ayer apuntaba nuestro compañero, el gran Miguel Jiménez, son determinantes en el devenir de los tráficos. No sé si podemos hacer algo en este campo, pero al menos deberíamos tener claro todo lo que se pierde por no arreglar ese inmenso hándicap. La incertidumbre política, local, autonómica, nacional o internacional mata el progreso, sobre todo en logística, donde los plazos de ejecución son tan a largo plazo.

Este país, si fuera un país en lugar de una pelea de gallos, estaría realmente triste con las estadísticas portuarias

No puedo dejar de pensar cómo serían los tráficos portuarios en España si nuestro país fuera un país de verdad, con un gobierno de verdad y unos habitantes realmente concienciados de que somos un país. Solo con eso, las crisis internacionales podrían convertirse, en más ocasiones de las imaginadas, en grandes oportunidades. Imaginar un diálogo real, constructivo, de los grandes puertos del Mediterráneo español, dejando a un lado, por un rato, los intereses políticos y las servidumbres de las citas electorales, podría dar como resultado nuevas y muy poderosas armas para, por ejemplo, conseguir sacarle todo el rendimiento posible a crisis como la del Mar Rojo. Con las instalaciones existentes y la situación geoestratégica de nuestros puertos, no nos deberíamos conformar con las migajas. La crisis del Mar Rojo debería haber lanzado los tráficos de los puertos del Mediterráneo español mucho más alto.

Unificar tarifas, extender experiencias y automatismos, repartir tráficos en función de especialización de puertos... con eso y con el nivel de nuestros profesionales logísticos, no deberíamos tener miedo a ningún Tanger Med.

Volviendo a la realidad, vemos que todos nuestros argumentos competitivos se diluyen en cuanto constatamos que nuestros competidores tienen las ideas claras y el proyecto concreto, sin importarles nada más. El haber pasado reales calamidades y ciertas fatigas y miserias, me hace ver con tristeza cómo se queman, en el altar de la mala política, las potentes armas competitivas que tiene nuestra logística portuaria. Este país, si fuera un país en lugar de una pelea de gallos, estaría realmente triste con las estadísticas portuarias que vamos conociendo. Los crecimientos pírricos para los puertos españoles deben ser considerados un fracaso. No se aplaude a un superdotado por aprobar la asignatura. Si estamos dotados para mucho mejores resultados, hemos de pelear por ellos.