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De grúas y bacterias fecales

Hay dos dioses que mandan en este sector: el mercado y … el medio ambiente. El primero dicta su ley implacable, establece su norma de excelencia y de competitividad, como camino para alcanzar la meta: ser los mejores para conquistar la posibilidad de supervivencia y de progreso.

  • Última actualización
    10 octubre 2019 16:51

La segunda norma, la medioambiental, se la autoimponen las empresas. Esas empresas tienen, por definición, intereses, clientes, delegaciones y proveedores en todos los rincones del mundo, por tanto, se deben, porque así lo eligen, a ese objetivo irrenunciable de perjudicar lo menos posible a nuestro mundo, el mundo de todos.No es la logística un sector que atienda sólo a normas locales o nacionales. Sería muy sencillo. Atiende a las normas medioambientales más exigentes del mundo: las que se imponen las propias empresas, que están muy por encima de lo que las leyes marcan. Los nuevos buques de MSC producen, según se comunicó en el bautizo del “MSC Aliya”, un 75% menos de emisiones de carbono de lo permitido por la legislación medioambiental europea.

Que hay que mover mercancías de un lado a otro es, hoy por hoy, innegable. Como lo es el hecho de que el transporte marítimo es el menos contaminante. Dentro del transporte marítimo, el sistema más respetuoso con el medio ambiente es el contenedor.No conocemos otro sector tan innovador como el logístico en técnicas de protección medioambiental. La seguridad y el medio ambiente son una preocupación constante en nuestro mundo. Hasta el infinito y más allá. Ahí tienen el “Maersk global safety day” ¿Lo “cualo”? se preguntarán nuestros avispados políticos. Esos que se han empeñado en convencernos de que la Ampliación Norte del puerto de Valencia, concluida en 2012 tiene unos efectos que nadie ve. A quién vas a creer a mí o a tus ojos, parece preguntarle el político al ciudadano. Es fácil señalar, con el dedo lleno de bacterias fecales, a la luna como culpable del mal olor.Pretenden que el ciudadano se fije en el mal rollo que le puede producir intuir las grúas del puerto a miles de metros de su playa. Para distraerle del hecho de que no se puede bañar por estar el agua llena de materias fecales. Dices tú de contaminación… Ni una palabra dedicarán, los paladines del ecologismo, en aclarar qué van a hacer para que nos podamos bañar en las playas. ¿Será mucho pedir? Ni una palabra, tampoco, de qué van a hacer para librar la riba de la Dársena Interior de la plaga de edificios muertos o reubicables que nos tapan lo más grande que tiene Valencia… poder ver el mar. Están muy ocupados luchando contra molinos inexistentes, mientras los gigantes concretos siguen apestando las playas y tapando la visión del Mediterráneo. 

Bueno, el sector a lo suyo: a crear barcos cada vez más limpios. A ver si nos dan permiso para establecer estaciones eléctricas en los muelles para que los buques puedan parar sus motores, que esa es otra. A trabajar por las energías renovables. A eliminar totalmente el uso de plástico.

En logística todo se mide a largo plazo. Por tanto, preocupa y mucho, más que nada, más que a nadie, la salud de nuestro mar y nuestro planeta. En política todo nace y muere con cada periodo electoral, esos que vivimos cada cinco minutos. Pareciera que ahí está la explicación de que no les importen decisiones o declaraciones cuyas consecuencias se perciban mañana. El mañana no es su mundo. Es el nuestro. Hay que seguir luchando para mantenerlo limpio. De todo. Y de todos.