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Zarra, las Adidas “Samba” y los fletes

El lenguaje es caprichoso. Los nombres de los objetos cambian con el tiempo, evolucionan sin saber muy bien por qué. De niño,  a mediados de los 70, mis padres me compraban el calzado deportivo (“playeras” llamábamos en Bilbao a las zapatillas deportivas, no me pregunten por qué...) en Deportes Zarra, la tienda que regentaba en la calle Rodríguez Arias un tal Telmo Zarraonandia, a una manzana de distancia de Guisasola Sport, la tienda que siempre prensé, equivocadamente, que había abierto otro “león”, Agustín Guisasola.

  • Última actualización
    04 mayo 2021 09:46

Ir a Deportes Zarra era una experiencia   que, no siendo inusual para un niño bilbaíno de clase media, te marcaba para siempre. Cruzar su puerta y encontrarse cara a cara con aquella leyenda, “la mejor cabeza de Europa después de la de Churchill”, hacía enmudecer a la chavalería, a pesar de que nunca le habíamos visto jugar.  Ni siquiera en el NO-DO que echaban los domingos en el Teatro Trueba antes de la sesión infantil. 

Sin embargo, mi aita, que era dos años mayor que Zarra y le había visto debutar  en San Mamés en 1940 frente al Zaragoza, le trataba con cierta cercanía.  “Telmo, sácale al chaval unas playeras Adidas de esas que tienes en el escaparate”. Y aquellas fueron mis primeras “playeras” Adidas: negras con tres rayas blancas, modelo “Samba”. Made in Germany. Compradas al mismísimo Zarra, a Don Telmo.

Deportes Zarra acabó echando la persiana y Telmo falleció  un día de febrero de 2006. Para entonces las “playeras” habían cambiado a “deportivas”, aunque había también quien las llamaba “tenis”, y después, la globalización y el marketing acuñaron el término “trainers”. Ahora las llaman “sneakers”. Mañana, a saber...  

Mis primeras Adidas “Samba” estaban fabricadas en Alemania y debieron costar una fortuna a mis padres, aunque sé que a mi aita bien le compensaban aquellos cientos de pesetas que pagaba de más a cambio de poder tutear a Don Telmo.

Y luego el barco con mis Adidas “Samba” made in Vietnam llega Dios sabe a qué puerto para que alguien recoja el contenedor y lo lleve a otro lugar, y de ahí a otro... hasta que alguien da con mi puerta

El caso es que este domingo he estrenado unas Adidas “Samba”, negras con tres rayas blancas, prácticamente iguales a las que vi por primera vez aquella tarde en el escaparate de Deportes Zarra, aunque unas cuantas tallas más grandes y con menos ceros en el ticket.  Un repartidor con una gorra de Amazon me las ha traído hasta la puerta de casa y si no me quedan bien volverá a recogerlas sin coste. 

En el revés de la lengüeta ya no se lee “Made in Germany” sino “Made in Vietnam”.  Y me entero ahora que Vietnam se ha convertido en la fábrica de “sneakers” del mundo. Y como sé dónde está Vietnam, me imagino el periplo de mis Adidas “Samba” desde  la fábrica de Adidas en Vietnam hasta la puerta de mi casa,  en Bilbao, metidas en su cajita negra junto con otros cientos de cajas de muchos colores en un contenedor marítimo entre varios cientos, miles de contenedores, también de muchos colores, que a lo mejor han estado retenidos en el Canal de Suez, junto a otros cientos, miles de barcos, por culpa de otro barco, verde y enorme, que se ha quedado allí encallado unos cuantos días. 

Y el atasco, que va a acabar con el capitalismo y el comercio global, se junta con el disparatado incremento de los fletes porque faltan contenedores y capacidad en los barcos. Y luego el barco con mis Adidas “Samba” llega Dios sabe a qué puerto para que alguien recoja el contenedor y lo lleve a otro lugar, y de ahí a otro,  y a otro, hasta que finalmente, alguien da con mi nombre y mi dirección, toca el timbre de casa y al abrir descubro que quien me entrega la caja con las  Adidas “Samba” no es Telmo Zarraonandia ni las playeras son “Made in Germany”.  Y me importa un pito que los fletes estén altos o bajos, que falten contenedores en el mercado, que haya barcos atascados en Suez y congestión en los puertos... Lo exijo todo y que no me toquen el precio de mis Adidas “Samba”.  Porque esos fletes altos yo no los quiero pagar. Así somos...