Cada vez que me asomo me desconcierto un poco más. Y vuelvo cavilando al agujero. Con una sonrisa a veces. Hasta que la curiosidad o el ruido me pueden y me asomo de nuevo.
Oigo rumores de lo difícil que es convocar, movilizar, agitar a los logísticos de España. Asomo el hocico y veo a miles de ellos acudiendo a la llamada… del cachondeo. Se confirma, con las denominadas Fiestas de la Logística, que la tensión del día a día, los nervios de cada jornada, el sudor frío de cada negociación, los pelos de gallina y la piel de punta, o algo así, precisan una vía de escape, un momento de risa y sonrisa. Uno al año, dicen que no hace daño. Cada nueva Fiesta de la Logística se supera y, así, tienta a otras. Este año, Madrid se suma a Valencia y Barcelona en esta tendencia de auto homenaje, con el cartel de no hay billetes colgado hace días. Ocurre que su Fiesta se celebra, además, dos días antes de las elecciones generales y autonómicas en algunos lares. Así, el multitudinario evento cobra un nuevo significado, de celebración porque lo necesita el sector, de celebración anticipada porque cada cual dice que van a ganar los suyos, y de celebración precavida, por si el domingo no hay nada que celebrar. Sea como sea, sí parece que guste el colectivo logístico, a veces, de unirse como una piña. Sólo falta que se les convoque… a algo que les haga sonreír. Pocas cosas unen más.
