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Si hoy es martes, esto es Bélgica

En la vieja normalidad, cuando viajar era cuestión casi de rutina y no placer prohibido, solía embarcar en el avión con la esperanza de que durante el trayecto, digamos que a 33.000 pies de altura, las nubes no ocultaran el paisaje bajo mis pies. Siempre en ventanilla, asiento A o F, según la ruta y las posibilidades de divisar bien a babor o a estribor una ciudad, una cordillera, una isla o en su caso, la línea de costa, las horas de vuelo transcurrían placenteras, siempre con la mirada atenta al descubrimiento de algún accidente geográfico o construcción humana reconocible a pesar de la altitud.

  • Última actualización
    18 febrero 2021 18:37

En uno de esos viajes de rutina que mi curiosidad infantil convertía en aventura aun siendo adulto, volando de Bilbao a Ámsterdam en una mañana limpia y soleada tras despegar con el puerto de Bilbao pegado al fuselaje y dejar atrás Pasaia, Baiona, La Rochelle, Nantes, Le Havre y Calais, divisé a lo lejos la costa de Normandía y el puerto de Dunquerque, antes de que el avión penetrara en territorio belga para, minutos después, sobrevolar la ciudad de Brujas.

Reconocí desde el asiento 22A su casco histórico regado de pequeños canales, casi inapreciables al ojo, y ya sí, perfectamente visible a altura de crucero, el Boudewijnkanaal, que con sus 12 kilómetros de longitud une en línea recta la ciudad con el puerto de Zeebrugge o  “Brujas del mar”.  Con su forma de tenaza abierta,  sus brazos formando muelles tierra adentro y la boca de agarre desplegada al Mar del Norte, protegiendo las dársenas exteriores de sus embates, Zeebrugge fue perdiéndose de vista cuando apenas con un giro leve de cabeza descubrí los muelles más exteriores del Puerto de Amberes, a una y otra orilla del río Escalda, fundamental en el desarrollo político y económico de la zona, en las regiones de Flandes, Brabante y Henao. Y sin prácticamente tiempo para despegar la mirada de la ventanilla, tan pronto como Amberes quedó también atrás, emergió Rotterdam. Y su puerto. Y por último, Ámsterdam. Y su puerto.  A vista de pájaro. Desde el asiento 22A.

Apenas 100 kilómetros, poco más de una hora en coche, separan los puertos de Amberes y Zeebrugge. Ambos son belgas, ambos son flamencos, ambos son propiedad y están gestionados por sus respectivas  municipalidades, ambos tienen sus propias particularidades y especializaciones, ambos son desiguales en volúmenes de tráfico y ambos son complementarios. Pero no compiten entre sí. Ya no.

Amberes y Brujas han aprobado su propio “Marco Estratégico Portuario” al fusionarse para  afrontar juntos el futuro, lo que, inevitablemente, lleva a pensar si ello sería posible en España

Los ayuntamientos de Amberes y Brujas han alcanzado un acuerdo  histórico para la fusión de ambos puertos en una única entidad que será operativa en menos de un año. “La unificación de los puertos va mucho más allá de la suma de toneladas”, dicen sus impulsores. En su plan conjunto, Amberes y Brujas definen tres prioridades estratégicas para sus puertos: crecimiento sostenible, resiliencia y liderazgo en la transición energética y digital. Al fusionarse, Amberes y Brujas, Brujas y Amberes, han aprobado su propio “Marco Estratégico Portuario” para afrontar juntos los retos del futuro. Y esto, inevitablemente, plantea una cuestión: ¿puede ser este modelo trasladable a España?

En el filme “Si hoy es martes, esto es Bélgica”, en la que colaboraron nombres como Joan Collins, Vittorio De Sica, Anita Ekberg o Ben Gazzara, un grupo de turistas recorre siete países europeos en 18 días a un ritmo frenético, lo que hace que pierdan la noción del país en el que están. 

Hoy es martes, sí, pero esto no es Bélgica, sino España. Desde un avión, a 33.000 pies de altura, la visión de los puertos, tan próximos los unos a los otros, también nos puede hacer perder la noción del país en el que estamos. De hecho, hay quienes, aun pisando tierra firme, todavía no tienen del todo clara dicha noción.