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Order! Order!

Si tienen pensado viajar a Londres próximamente, les ofrezco una buena recomendación. Acérquense de lunes a jueves sobre las 11.00 horas (los horarios varían según el día) a St. Margaret Street, frente a Cromwell Green, en Westminster. Es la entrada por donde el público, británico o no, accede al Hall of Commons, o Cámara de los Comunes, para asistir en vivo y en directo a las sesiones y debates del Parlamento  Británico. Es gratis, tanto el acceso como mi recomendación.

  • Última actualización
    28 octubre 2019 16:26

Si tienen ocasión, háganlo. Mejorarán su inglés escuchando  las intervenciones de los MPs con su atildada pronunciación “oxbridge”; conocerán por dentro uno de los santuarios del parlamentarismo mundial (que no el Parlamento más antiguo, que la UNESCO sitúa en León...)  y si la ocasión lo permite, pasarán un buen rato contemplando el espectáculo desde el gallinero. Eso sí, presenciar la sesión de los miércoles a las 12.00 en la que el primer ministro británico  Boris Johnson responde las Prime Minister's Questions es posible  pero no tan sencillo. Los ciudadanos británicos  tienen prioridad y los de “overseas” debemos guardar cola por si los nacionales han dejado algún asiento libre  en la “public gallery”. 

El caso es que jamás me había planteado la posibilidad de asistir a una sesión del Parlamento Británico. Hasta ahora. Que si un partido de fútbol en White  Hart Lane, que si otro de rugby en Twickenham, que si un día completo en el Lord’s Cricket Ground tratando de entender ese maldito deporte, un musical familiar en el West End, un concierto en el Royal Albert Hall... Excusas todas.  No hay nada que pueda igualar a una sesión del Parlamento Británico en el que se debata sobre el Brexit teniendo a John Bercow, el speaker de la Cámara de los Comunes, como árbitro y a Boris Johnson como ariete ofensivo. “Orderrrrrr ! Orderrrrr!”.

Ayer supimos que el Brexit deberá esperar hasta el 31 de enero de 2020, cuando vencerá la nueva prórroga aprobada por la UE para pactar la salida de Reino Unido, en la que es ya la tercera concesión que aprueba la UE. Esta nueva extensión se produce cuando la Cámara de los Comunes se disponía a votar para realizar elecciones generales anticipadas, el 12 de diciembre, como propuso Johnson. 

No hay mal que por bien no venga. Esta tercera extensión aporta al menos algo de certidumbre al confuso escenario en que se desarrollaban las negociaciones del Brexit y concede un margen de tiempo necesario para que las Administraciones competentes dispongan de los recursos  materiales y humanos necesarios para afrontar con unas mínimas garantías el previsible impacto en los servicios de control de frontera con la definitiva salida de Reino Unido de la UE. Así, por ejemplo, habrá más tiempo para que la Administración española apruebe la incorporación de 50 nuevos profesionales, como había pedido Puertos del Estado,  para reforzar las labor de inspección  en frontera, mejorar el funcionamiento de los PIF y responder a los problemas de seguridad con los polizones.

Sin embargo, visto lo visto, nadie se fía ya de lo que sus señorías, los MPs de la Cámara de los Comunes, decidan en las próximas semanas. Viéndolos allí a los 650 parlamentarios, tan apretujados, sentados en esos bancos corridos de cuero verde, más parecidos a los asientos de escay de un Seat 850 que a los de una bancada parlamentaria, y sin espacio apenas para tomar aire, uno se pregunta qué clase de decisiones se pueden tomar  en un espacio físico tan precario y donde la ergonomía no tiene aún una entrada en la Enciclopedia Británica. Pero al menos tienen a John Bercow y sus carismáticas llamadas al orden. Algo es algo.