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Negro sobre negro

Afortunadamente, muchos entornos urbanos y  portuarios de nuestro país ya no son lo que eran, mientras alguno todavía transita el camino que conduce a la transformación de sus actividades más molestas y medioambientalmente controvertidas. Paradójicamente, no es éste un camino asfaltado,  llano y recto, sino pedregoso, inclinado y tortuoso. Pero es el único camino posible.

  • Última actualización
    26 abril 2021 19:44

Hace años que en la gran mayoría de puertos, las parvas de carbón que emergían de sus muelles, como enormes conos  sometidos al capricho de los vientos que esparcían sin permiso su polvo oscuro en cualquier dirección, quedaron ocultos a los ojos de la ciudadanía.  La construcción de grandes y costosas infraestructuras especializadas en este tipo de mercancías “molestas”, con terminales cubiertas y domos de almacenamiento, así como el traslado de los materiales pulverulentos a los nuevos puertos exteriores cuya construcción se justificó también para acoger estas mercancías y así favorecer las relaciones puerto-ciudad, ha tenido un corto recorrido en el caso del carbón, especialmente en la fachada cantábrico-atlántica, como he podido comprobar en persona en los últimos meses. 

Modernas instalaciones para la carga, descarga y almacenamiento de carbón están hoy sin uso pocos años después de su puesta en marcha, apenas habiendo amortizado su coste y forzando a sus concesionarios a soportar pérdidas difícilmente asumibles. Toda reconversión industrial, por necesaria, no deja de ser dolorosa. 

Pasaia, Bilbao, Santander, Avilés, Gijón, Ferrol, A Coruña... han visto cómo el proceso de descarbonización de la economía, apoyado en las políticas de transición energética y de fijación de objetivos medioambientales, ha provocado el desplome del tráfico de carbón  en sus muelles tras el cierre en cadena de las centrales térmicas  que producían energía eléctrica a partir de la combustión de este mineral. Y el proceso se acelera. El cambio de modelo energético impulsado por la Unión Europea ha provocado que la bajada del tráfico de carbón en los puertos españoles haya alcanzado el 23,5% en el primer trimestre del año.

Un buen número de modernas instalaciones portuarias para la carga, descarga y almacenamiento de carbón permanecen hoy prácticamente inactivas en España pocos años después de su puesta en marcha

Como propia contradicción del sistema, por efecto de la descarbonización algunas autoridades portuarias están  perdiendo una sustancial fuente de ingresos que amenaza su rentabilidad y su capacidad para financiar actuaciones sostenibles, como es el caso de Ferrol-San Cibrao, que ha trasladado a Puertos del Estado la necesidad de compensar la pérdida de ingresos provocada por la “abrupta aceleración de la transición energética”, que le ha dejado, antes de lo que inicialmente preveía, sin un tráfico anual de unos 4,5 millones de toneladas de carbón. Para paliar esta caída, la APFSC ha autorizado la modificación de la concesión de Endesa en el puerto exterior para reconvertir su terminal de carbón  a otros graneles y mercancía general no contenerizada. 

Mientras este ¿irreversible? proceso de descarbonización acelera en España y Europa, con estrategias a largo plazo que marcan la senda para alcanzar la neutralidad climática en 2050, la Agencia Internacional de la Energía pronostica que la demanda mundial de carbón crecerá un 4,5% en 2021, acercándose a su pico de 2014, con más del 80% del crecimiento concentrado en Asia. China, que  construye un buen número de nuevas plantas térmicas de carbón, representará más del 50% del crecimiento global en la demanda de carbón.

Visto así, el futuro de la descarbonización global se percibe del mismo color del carbón. A pesar de los esfuerzos de los puertos españoles y europeos.