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Medios, mensajes y balcones

Si Marshall McLuhan levantara la cabeza y lo hiciera además en esta España sumida en el confinamiento al que nos ha llevado el coronavirus, seguramente podría aportarnos una visión más concreta de su famosa máxima (“el medio es el mensaje”) y que en la actualidad alcanzaría el estado de colapso tras la irrupción de los balcones de las viviendas como medio de comunicación, de expresión, de desahogo… o como quieran llamarlo.

  • Última actualización
    25 marzo 2020 15:37

Las personas necesitamos comunicar, aunque algunos no lo tengan muy claro. Cuando el confinamiento multiplica horas y sensaciones, parece que se agotan todos los medios disponibles para comunicarnos y tenemos la necesidad de prolongar nuestro grito a los demás del modo que sea. Dadas las circunstancias, pocas ventanas quedan abiertas al mundo exterior que no sean los balcones.

Los balcones se han convertido en la prolongación al exterior de lo que ocurre dentro, ya no tanto de la vivienda, sino de cada uno de nosotros. Simplemente observando lo que acontece cada día a las 20 horas se podría elaborar un completo análisis sociológico de cada barrio en cuestión, de cada vecino. Y es que cambia mucho la actitud de cada uno ante su balcón.

Tenemos el modelo de unidad familiar con niños pequeños, posiblemente los más implicados en montar jolgorio y hacer una pequeña fiesta de cada momento, aunque sea tan solo de unos minutos al día.

Nos encontramos a las personas comprometidas con el mensaje, que aplauden solemnemente haciendo honores a los homenajeados. También podemos encontrar a los que confunden tiempos y mensajes que, a golpe de cacerola y con himnos de fondo, hacen ruido a favor o en contra de lo que sea y a la hora que sea, qué más da...

Hallamos, sin despeinarnos, a aquellos que se postran sobre la barandilla para presenciar el espectáculo, como asistentes inertes que aprovechan el momento para tomar el aire, pero no que interaccionan en modo alguno, ni con el vecino ni con la planta de la esquina que pide a gritos un poco de cariño.

Tenemos a los que únicamente se dedican a grabar el momento con el móvil para convertirse en el enésimo contacto que envía el mismo vídeo a cualquiera de los múltiples grupos de whatsapp.

También nos topamos con los  vecinos que aprovechan el momento para ponerse al día de la actualidad familiar y compartir el último meme recibido. Y están aquellos que sutilmente desplazan la cortina para inspeccionar el entorno, con la cautela propia de quien sabe que quizás ahora no es el momento más adecuado para resfriarse. Por supuesto, también están los que no van a mover ni un solo músculo para acercarse al balcón porque, o no les interesa o están en otros menesteres. Todo es lícito.

Y finalmente están ya ultramotivados, los que han tenido que colgar un calendario de “festejos de balcón” en la puerta de la nevera para tratar de organizar el día a día con el fin de que no se le pase nada. No vaya a ser…

No hay nada malo ni vergonzante. Como decía, los balcones se han convertido en una prolongación de nosotros mismos y cada uno tiene su forma de mostrarse al mundo y de trasladar sus mensajes.

Hoy quiero hacer un llamamiento para que nos sigamos acordando de los profesionales logísticos cada vez que nos asomamos al balcón ya que sin ellos, evidentemente, ninguna de las otras actividades esenciales podría funcionar. Pero también quisiera poner el foco en los profesionales de la comunicación que estos días están multiplicando esfuerzos para canalizar mensajes y contribuir a la formación e incluso el entretenimiento de la sociedad. También es una actividad esencial. Por supuesto.

No obstante, me permito recordar que ni todos son periodistas, ni todo lo que se publica es verdad, ni todo lo que hay por ahí colgado son medios de comunicación.

 #elperiodismoescosadeperiodistas