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La tortura de Damocles

  • Última actualización
    20 febrero 2020 23:14

Para los mirones voraces, como es este humilde suricata, episodios como el que ha venido padeciendo desde hace semanas el presidente de Puertos del Estado despierta sensaciones encontradas. Y es que a la anestesia y a la obviedad que comporta el asistir con inusitado voyerismo al cotidiano sacrificio de la milmillonésima víctima de esta descarnada y navajera política española, se une la inevitable empatía, cuando no misericordia, que despierta el que el poderoso te arroje con desprecio a ese limbo pantagruélico donde se sublima esta perversión que podríamos rebautizar como la “tortura de Damocles”, en la que a la firme voluntad de cesarte se une la firme indiferencia para dejar que pasen los días sin hacerlo.

Tras el desconcierto de la primera noticia, brota un estallido de frustración y rabia en el que se piden explicaciones que nadie se digna a darte. Luego prosigues con la depresión y el hundimiento, mientras te resignas a recoger tus cosas y anulas la agenda pública a la espera de que todo se concrete. Pero como siguen pasando los días, no tienes más remedio que levantar la cabeza y, por dignidad y responsabilidad, reemprender al 100% la faena, aún sabiendo que todos siguen leyendo en tu frente la sentencia. Cruel y lamentable.

Por fortuna, el responsable de esta tortura no calcula que estás dando tiempo a la solidaridad y comprensión pública de los colectivos implicados, un bonito consuelo al menos, lo mismo que el ver cómo se le acaban los patos a quienes disparan como aspersores intentando acertar el relevo, quinielas que se marchitan y pudren, lo mismo que la conciencia de quien tan torpemente ha manejado todo esto. Menos mal que todo termina este martes...