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La petrificación

El webinario de Diario del Puerto con Francisco Toledo fue un soplo de aire fresco en cuanto a plasmación de las nuevas líneas estratégicas de Puertos del Estado, así como un jarro de agua fría en lo que respecta a medidas muy deseadas y sobre las que se habían abierto grandes esperanzas.

  • Última actualización
    02 junio 2020 19:17

El mejor ejemplo es la rebaja de las tasas portuarias, donde el presidente de OPPE vino a decir “no”, más allá de los ajustes derivados del Covid-19.

Como ya adelanté la semana pasada, la madre del cordero en la acumulación de beneficios del sistema portuario está en la baja ejecución presupuestaria que, eso sí, Toledo atribuye a esa nueva y creciente variable que es la burocracia, apostillada a continuación con el argumento de que todo el dinero que tengo lo voy a necesitar y todo el dinero que tengo lo voy a destinar a inversiones en competitividad. Faltaría más.

El problema es que mientras ese momento llega el sector portuario ni tiene las nuevas infraestructuras que le van a aportar competitividad ni tiene el líquido contante y sonante para notar dicha competitividad. Todo se lo queda el sistema portuario estatal para, a tenor de la burocracia invertirlo, eso sí, no podemos saber cuándo.

Nadie discute la autosuficiencia ni la obviedad que comportan las elevadas cifras de toda inversión portuaria. Ahora bien, aquí la ecuación no vuelve a salir. 

Los coeficientes de las tasas no son un monolito virgen e intocable: si hay que bajarlas ahora se bajan y si dentro de un año hay que subirlos se suben

Estamos en el momento de nuestra historia reciente en el que los puertos invierten menos en grandes proyectos pero, sobre todo, en el momento en el que los puertos necesitan invertir menos en grandes proyectos. Las costosísimas obras de capacidad, salvo clamorosas excepciones, están hechas y no son necesarias en los próximos años. ¿Por qué seguimos manteniendo una estructura de tasas dimensionada para hacer grandes inversiones si ni siquiera las estamos proyectando? No podemos seguir acumulando beneficios porque en algún momento dado los vayamos a gastar: el cuándo es un compromiso que no se puede soslayar, tanto por la vía de definirlo como de asumirlo, ya sea inmediato o ya sea a mayor plazo.

Por eso, más allá de la deuda -y permítanme la barbaridad contable- hay ahora mismo dinero en caja para que durante 2 años el sector portuario invierta del orden de 800 millones de euros anuales a toca teja, lo que sería un presupuesto tipo de los últimos años. Por cierto, presupuestos tampoco ejecutados, porque si ahora es la burocracia, antes eran las licitaciones a la baja y al final siempre hay una razón para una baja ejecución en el sistema portuario.

En cualquier caso, teniendo dinero en caja para invertir tranquila y generosamente durante los próximos 2 años y seguir tranquilamente pagando la deuda, ¿realmente no se puede hacer una rebaja de tasas? Es una rebaja, no suspenderlas. Y aún en el caso de que pudiera llegar el fondo de maniobra a reducciones preocupantes, ¿no se podría volver a continuación a subir otra vez las tasas dentro de dos, tres o cuatro años?

Los coeficientes de las tasas no son un monolito virgen e intocable. Salvo por este desastre administrativo que es no tener presupuestos generales del estado, todos los años se pueden modificar los coeficientes de las tasas sin complicación administrativa alguna: todos.

Si hay que bajarlas ahora se bajan y si dentro de un año hay que subirlos se suben, con la misma vergüenza torera, asumiendo riesgos para bien y para mal, pero no petrificando el sistema y alimentando las voces malévolas que atribuyen rigidez a un modelo que en muchas cuestiones no lo es tanto.

Ah, que el problema son los desequilibrios entre puertos, claro, pues habrá que coger ese toro por los cuernos y dejar de torear al personal con las tasas.