Me perdonarán los geofísicos y los escrupulosos de las latitudes y longitudes, pero si hay un Finisterre portuario ese es Langosteira, puerto exterior de una A Coruña que sigue tiritando al abrigo de esa fortaleza que, en forma de dique, protege a esta aventura ingenieril del abismal finis mundi.
Es obvio pensar a estas alturas que todo los problemas de A Coruña se resumen en las deudas contraídas en Punta Langosteira y que la única forma de aliviar la asfixia es negociar dicha deuda con moratorias y demás arquitecturas.
Ahora bien, más allá de este imprescindible cortoplacismo, la verdadera soga al cuello de A Coruña y Langosteira es la falta de ferrocarril. Esta es la verdadera y absoluta urgencia, inexcusable, que se debe acometer de inmediato. Hasta que no haya ferrocarril no habrá competitividad determinante en el puerto exterior, no habrá nuevos traslados, no habrá terrenos liberados... y seguiremos ahogados.
