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Cuestión de tamaño

Andan los cuerpos desplazándose por las ciudades con la esperanza de que no haya nadie detrás. Pasan factura sobre nuestras cabezas ya no tanto las limitaciones o las restricciones, sino la sensación de que existen. Eso es así.

  • Última actualización
    05 mayo 2021 14:09

Esta introducción no es más que una excusa para volver con el tema de las libertades, aún a riesgo de ser pesado. Y es que el hecho de que no se utilicen no quiere decir que no tengan que existir, al contrario. Demasiado hemos perdido históricamente en estas reivindicaciones como para ir ahora con tonterías.

Y me temo que voy a ser políticamente incorrecto porque hablamos de libertades individuales sí, pero en el entorno que nos movemos no podemos dejar de referirnos a al libre mercado, a ese modelo económico que unos y otros hemos dado por bueno en buena parte de nuestra sociedad y con el que convivimos en el día a día de nuestras empresas.

Sin ánimo de invocar el espíritu del mismísimo Adam Smith, debemos recordar que las leyes de la oferta y la demanda están ahí, y que la libre competencia es otro de los conceptos a recordar cuando nos posee el espíritu de la ira al ver como los grandes aprovechan las fisuras de ese mercado libre que defendemos tan a fuego.

Escucho y leo lo que se dicen en torno a la posición dominante de las navieras y sus intentos por desarrollar una integración vertical de sus actividades y no puedo dejar de pensar ejemplos como el de Amazon, Inditex o Mercadona, gigantes utilizados prácticamente a diario sin que al consumidor final le importe demasiado si los fletes están altos o si el proveedor esto o lo otro o si está desapareciendo irremediablemente el pequeño comercio local.

Al respecto, les sugiero que lean con disfrute la magnífica columna que el martes escribió mi compañero Jaime Pinedo en este mismo espacio y que hace empequeñecer cualquier otro intento de hablar del mercado marítimo actual (#muyfandejaime).

Se puede ejercer la libre competencia siempre y cuando se respeten los derechos de los demás. Pero no se puede restringir la competencia. Y aquí es donde colisionan frontalmente las opiniones de lo que la CE está permitiendo, o no, en relación a las normas de la libre competencia contenidas en el artículo 101 del Tratado de la UE.

Llega un momento en el que la capacidad disponible en el mercado supera la demanda y se produce una sobrecapacidad, lo que lleva a una caída de los fletes y una disminución de los pedidos de buque

Hay un par de evidencias en todo este jaleo que nos traemos entre manos y que preocupan a todos.

La primera de ellas tiene que ver con los ciclos que viven todos los mercados, también el marítimo. En nuestro caso, cuando los fletes están disparados crece la necesidad entre las navieras de aumentar la flota o la capacidad; ese estado de optimismo les lleva a encargar nuevos buques. Ahora bien, llega un momento en el que la capacidad disponible en el mercado supera la demanda y se produce una sobrecapacidad, lo que lleva a una caída de los fletes y una disminución de los pedidos de buques. Así, poco a poco, se va equilibrando la demanda con la capacidad disponible y los fletes se recuperan.

La segunda realidad es que los grandes suelen tener más posibilidades de salir airosos de la mayor parte de las batallas, por lo que es importante buscar la fórmula de ganar dimensión. Quizás esa competencia que tanto agobia puede ser la mejor de las aliadas. Y para conseguirlo, nada mejor que desterrar vanidades, complejos y darse un baño de realidad.

No estamos hablando de razones o de justicia, hablamos de supervivencia en un mercado exigente y competitivo. Está bien que levantemos la voz, que protestemos y que se nos oiga, pero mientras tanto hay que ir construyendo el futuro adaptándonos a las reglas que marcan los nuevos tiempos.