Todo en el entorno portuario sugiere robustez. Los elementos, las toneladas, los buques, las grúas... todo es grande, magnífico.
Dar un paseo por la riba con la mirada pendiente de los pequeños detalles es un ejercicio que nos lleva a descubrir la pequeñez humana y la fragilidad de lo importante. El noray, elemento portuario por excelencia, símbolo de rigidez, estabilidad y fortaleza, es también un fiel testigo de todos y cada uno de los esfuerzos de las personas por atraer la carga, conseguirla y transportarla hasta dejarla a buen recaudo. Mirar a la “cara” a un noray y toparse de frente con sus cicatrices nos recuerda que ni todo es tan fácil ni la vida en los muelles se presenta tan bucólica como se pinta en determinadas ocasiones.